La Iglesia, Mayordoma de la Paz

En su mensaje, vida y testimonio Jesús demostró maneras fieles de relacionarnos unos con otros, de proclamar y hacer justicia, de vivir misericordia. Jesús nos dio un nuevo ejemplo de una paz que no se espera, sino que se hace.

Hermanas y hermanos – estamos en segundo domingo de Adviento. Eso puede significar dos cosas interesantes, una de relativo interés y la segunda de gran importancia - pero le dejo a usted decidir su consideración. La primera es que estamos ya casi a mediados del mes de diciembre, lo que significa que ya estamos más cerca del 2020 que del 2019. Yo no se a usted, pero a personas como a mi que hemos sido condicionados a ser casi dependientes de una agenda o de un calendario para organizar el trabajo y el diario, le debe estar dando algún pavor el mirar más allá del 31 de diciembre de este año por temor a encontrarse un calendario ya lleno de compromisos sin aún haber comenzado el año. La segunda es que por ser 2do domingo de Adviento, nuestra tradición litúrgica nos invita a considerar uno de cuatro temas que nos enfocan en esta celebración – la paz.

Curioso término, paz. Es un término muy común en el vocabulario religioso cristiano. En las Sagradas Escrituras, cuando estamos leyendo o escuchando alguna descripción de la obra sublime de Dios con su pueblo o para su creación, la palabra paz aparece como parte de la descripción de lo que la obra de Dios en nuestras vidas y en las vidas del orden creado es capaz de hacer. Pablo lista la paz como una de las manifestaciones del fruto del espíritu en la vida de la comunidad creyente. Jesús, conversando con sus discípulos sobre las herramientas que tendrían para sobrellevar el momento de la pasión y eventualmente sus ministerios apostólicos, les dice palabras harto conocidas por algunos en este lugar,

Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.

 Pero lo que es más interesante respecto a la teología bíblica de la paz es que si ponemos una poca de atención, nos daremos cuenta que el concepto de paz es mucho más presente, por no decir que es omnipresente, a través del relato bíblico. Parece que va de la mano con el amor siempre. Del corito aprendimos que Dios es amor porque la biblia lo dice en el capítulo 4, versículo 8, Primera de Juan. Pero seamos honestos. Usted sabe del amor de Dios no porque la Biblia lo diga. Usted sabe que Dios le ama, y que ama a su vecina y a su vecino, y que ama a su prójimo y a la creación entera porque ese conocimiento del amor de Dios está sembrado profundo en su corazón.

Lo mismo pasa con la paz. El concepto bíblico “shalom”, ese término hebreo que traducimos a “paz”, es mucho más profundo y complejo que armonía, o ausencia de conflicto, de ajetreo o de guerra. Y le soy honesto, en estos tiempos que nos ha tocado vivir, con que nos dieran tiempos sostenidos de armonía inédita y de ausencia de conflicto, ajetreo y guerra yo me sentiría por bien servido. Pero shalom es mucho más.

Shalom, esa paz de la que leemos en la Biblia y la que es un fruto del espíritu de Dios que habita en ti, habita en mí y está en este lugar, es la acción de Dios derivada de su amor, su misericordia y su justicia. La paz es reconciliación de las relaciones de Dios con el ser humano, del ser humano con su prójimo, y del ser humano con la creación. Paz es el bienestar en equidad de condiciones para todos y para todo lo creado. Paz es dignidad integral para cada ser humano por y a pesar de las condiciones impuestas por las construcciones políticas y sociales. Paz es la acción del testimonio del Espíritu de Dios en nuestras vidas, y también el testimonio y acción para el cual somos capacitados por el poder y dación del Espíritu. Y si leemos las Sagradas Escrituras con estos lentes de paz nos daremos cuenta de que Shalom/Paz está presente a través de toda la narrativa bíblica, especialmente en aquellas narrativas que convocan a la iglesia a una presencia, testimonio, y acción fiel de las buenas nuevas de salvación.

El texto profético que nos convoca a la celebración de este segundo domingo de Adviento es uno del profeta Isaías. La riqueza en la descripción de su narrativa es una invitación no simplemente a leer o escuchar la profecía. Es, tal vez mejor, una invitación a ver con atención la profecía. Y pienso que si vemos esta profecía hoy con estos lentes de paz, descubriremos el llamado al que Dios nos está convocando como (iglesia hoy):

Una vara saldrá del tronco de Isaí; un vástago retoñará de sus raíces. Sobre él reposará el espíritu del Señor; el espíritu de sabiduría y de inteligencia; el espíritu de consejo y de poder, el espíritu de conocimiento y de temor del Señor. Su deleite será temer al Señor. No juzgará según las apariencias, ni dictará sentencia según los rumores. Defenderá los derechos de los pobres, y dictará sentencias justas en favor de la gente humilde del país. Su boca será la vara que hiera la tierra; sus labios serán el ventarrón que mate al impío. La justicia y la fidelidad serán el cinto que ceñirá su cintura.

El lobo convivirá con el cordero; el leopardo se acostará junto al cabrito; el becerro, el león y el animal engordado andarán juntos, y un chiquillo los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león comerá paja como buey. El niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la cueva de la víbora. Nadie hará mal ni daño alguno en ninguna parte de mi santo monte, porque la tierra estará saturada del conocimiento del Señor, así como las aguas cubren el mar.

Cuando llegue ese día, sucederá que los pueblos irán en busca de la raíz de Isaí, la cual se plantará como estandarte de las naciones; y su habitación será gloriosa.

Yo espero que cada oído al alcance de mi voz de repente esté pensando similar a mi. Va a depender de la situación de vida de cada cual. El texto a algunos será un anhelo alcanzable. Para otros una ilusión inavenible. Pero lo que si espero que cada uno de nosotros hayamos podido apreciar es que, sin mencionar el término “paz”, cada una de las imágenes generadas en esta profecía convocan al pueblo de Dios a aspiraciones y a acciones que lograrían la armonía, el bienestar, la integralidad, y la dignidad de todo lo creado.

Hoy también culminamos como congregación nuestra campaña de mayordomía. Yo espero que cada uno haya dado su compromiso como propuso en su corazón, no por tristeza ni por necesidad porque Dios ama al dador alegre. Y también quisiera retarnos a saber que el compromiso de mayordomía que hacemos con el ministerio de esta congregación, y por extensión con toda la Iglesia Presbiteriana, no es simplemente monetario. Le digo más – importante como es el compromiso financiero que nos es menester hacer, el compromiso más importante al que somos llamados en este segundo domingo de Adviento es a sabernos mayordomos de la paz.

Isaías 11 habla de una vara que saldrá del tronco de Isaí, un vástago de sus raíces. Para nosotros los cristianos, esa vara, ese retoño, que saldrá de las raíces del tronco de Isaí es referencia a Jesús. Isaí es el padre de David, y Jesús es del linaje de Isaí según nuestra tradición genealógica de Jesús. En su mensaje, vida y testimonio Jesús demostró maneras fieles de relacionarnos unos con otros, de proclamar y hacer justicia, de vivir misericordia. Jesús nos dio un nuevo ejemplo de una paz que no se espera, sino que se hace.

Y nosotros somos llamados hoy a ser mayordomos de esa paz que Jesús nos enseñó. A mí me parece curioso como termina el texto de Isaías de esta mañana: “Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa.” Y yo me pregunto, y le pregunto a usted en esta mañana, cuando las gentes vayan a buscar esa raíz que suple consejo, justicia, armonía y bienestar, ¿quién les dará dirección? Permítanme atreverme a respondernos – la Iglesia es la llamada. La Iglesia de Jesucristo ha sido “(enriquecida) en todo para toda liberalidad”.

Al finalizar la campaña de mayordomía, y al celebrar el 2do domingo de adviento, afirmamos que Dios nos ha bendecido ya y continuará supliendo todo lo necesario – en tiempo, en dinero y en oportunidad de acción cristiana – para ser mayordomos y testigos de la paz de Dios. El mundo necesita reconciliación – la iglesia es mayordoma de reconciliación. El mundo necesita dignidad – la iglesia es mayordoma de dignidad. El mundo necesita bienestar – la iglesia es mayordoma de bienestar. El mundo necesita paz – la iglesia es mayordoma de la paz. El mundo necesita a Jesús – Jesús acompaña a su Iglesia en poder, testimonio y acción de salvación.

En el nombre del Padre

Y del Hijo

Y del Espíritu Santo

Amen