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¡La Paz y la Gracia de Jesús Resucitado sea contigo!
A través de su historia, uno de los grandes retos de la iglesia ha sido el animar y mantener la cohesión de la comunidad, un sentido de unidad, especialmente en su misión y testimonio. Y atender este reto es particularmente difícil cuando el llamado a ser comunidad parece ser acometido por fuerzas externas – la distancia, las dolencias o padecimientos físicos, la dificultad o falta de accesos físicos o virtuales, las políticas de estado, las emergencias naturales, tantas otras.
Y reflexionando en esto, me viene a la mente este pasaje por San Juan, evangelista, en el capítulo 15:
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. Si una de mis ramas no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia, para que dé más. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho. Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí.
Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece unido a mí, será echado fuera y se secará como las ramas que se recogen y se queman en el fuego.
Si ustedes permanecen unidos a mí, y si permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará. En esto se muestra la gloria de mi Padre, en que den mucho fruto y lleguen así a ser verdaderos discípulos míos.
Jesús a sus discípulos, Juan a su congregación, y nosotros hoy a cada persona que nos escuche podemos afirmar que este asunto de ser comunidad que adora, sirve y testifica sobre el poder de Jesús no es un asunto que debemos ni podemos hacer solos. Si Jesús es la vid, la iglesia – tu y yo – somos los pámpanos. Las ramas en la vid producen mucho más que racimos de uvas. También sostienen hojas. La iglesia está compuesta de creyentes que unidos a Cristo (como las ramas a la vid), somos el ambiente bueno, tenemos todo lo necesario, para que lo que produzcamos sea también bueno y útil. Pero el pámpano sólo puede hacer esto si está asido a la vid y la vid al pámpano.
Hay momentos en la vida en que parecería que le hemos soltado la mano a Dios. Pero debes saber algo, Dios nunca les suelta la mano a sus hijas a hijos. El evangelista pone en palabras de Jesús un llamado a permanecer en él. Pero me parece que el evangelista pone palabras de promesa en Jesús también – Jesús sigue unido a nosotros. Unidas y unidos, a pesar las circunstancias que puedan aquejarnos, tenemos todo lo necesario para acompañarnos, consolarnos y animarnos para testificar y ministrar de lo que Dios está haciendo a favor de la reconciliación, la justicia, la paz y el amor.
Unidas, unidos, en y con Jesús quien va delante de nosotros forjando sendas. Amén.
Peace and grace of our Lord Jesus Christ be with you!
Throughout its history, one of the main challenges of the Church has been the encouragement and maintenance of cohesion in the community, a sense of togetherness, especially in its mission and witness. Tending to this challenge is particularly difficult when external threats challenge the unity of the Church - distance, sickness, difficulty or lack of physical or virtual access, issues of state, natural disasters, so many others.
And thinking of this, a passage of Saint John, the evangelist, chapter 15 comes to mind:
I am the true vine, and my Father is the vineyard keeper. He removes any of my branches that don’t produce fruit, and he trims any branch that produces fruit so that it will produce even more fruit. You are already trimmed because of the word I have spoken to you. Remain in me, and I will remain in you. A branch can’t produce fruit by itself, but must remain in the vine. Likewise, you can’t produce fruit unless you remain in me.
I am the vine; you are the branches. If you remain in me and I in you, then you will produce much fruit. Without me, you can’t do anything. If you don’t remain in me, you will be like a branch that is thrown out and dries up. Those branches are gathered up, thrown into a fire, and burned.
If you remain in me and my words remain in you, ask for whatever you want and it will be done for you. My Father is glorified when you produce much fruit and in this way prove that you are my disciples.
Jesus told his disciples, John shared with his congregation, and we can tell everyone who will listen that we can affirm that this thing of being a community that worships, serves and witnesses about the power of Jesus is not something we can or should go at it alone. If Jesus is the vine, the Church - you and I - are the branches. The branches in a vine produce much more than grapes. They also produce leaves. The Church is made up of believers who, united to Christ (as branches are joined to the vine), are a good environment, we have all we need, to produce good and useful fruit. The branch can only do this is it remains in the vine, and the vine to the branches.
There are moments in life when it seems we have led go of God’s hand. But know this, God never lets go of the hands of God’s children. The evangelist (John) places in words of Jesus a call to remain in him. But I also thing the evangelist places words of promise in Jesus - Jesus remains with us. Together, in spite of the circumstances that may afflict us, we have all we need to walk alongside each other, to comfort each other, and to encourage each other in our witnessing and ministering of what God is already doing for reconciliation, justice, peace and love.
Together, in and with Jesus, who goes ahead of us preparing the way. Amen.